
Samoel, el Inquisidor Hereje
Samoel es un personaje singular y sumamente interesante; un grado inferior al de su pupilo, el Maestro Inquisidor Silas.
Samoel guarda muchos secretos; no solo el propio origen de Silas, que de ser revelado pondría en riesgo la vida de ambos, sino muchos otros, que de ser revelados, supondrían poner en riesgo la continuidad de la galaxia humana.
A diferencia de sus compañeros, Samoel ha tratado con razas alienígenas y ha perdonado la ejecución de La Pureza en no pocas ocasiones; algo que sin duda le convierte en un verso suelto en la Cofradía. Una rara anomalía, en la compleja e antigua sociedad de los inquisidores, pero, ¿Qué son los inquisidores realmente?
Su emblema emblema es una cabeza de jaguar furioso, de tintes rojos y ojos negros.
“La Pureza”, la verdadera esencia de la existencia de la Cofradía y de sus órdenes hermanas. Durante los miles de años de expansión humana, la contaminación genética había llevado a la humanidad a soportar todo tipo de apocalipsis, masacres y destrucciones de proporciones bíblicas; Un humano alterado por vida alienígena, no era un humano… salvo en contadas ocasiones. La erradicación, era cuestión de supervivencia para la especie; a veces no hacía falta vida alienígena y tan solo las nuevas condiciones de gravedad, geología, magnetismo o atmosféricas, propiciaban la evolución genética paulatina, lenta o no, de una colonia entera y era entonces cuando empezaban los problemas.
Antes del viejo imperio; las revueltas, las guerras, la destrucción, la depravación e incluso la antropofagia habían arrasado colonias humanas completas. A veces dirigida por mentes no humanas, otras, por mentes humanas que habían dejado de serlo y que ahora, querían tallar a su imagen y semejanza la totalidad del universo humano.
Humanos o no, debían ser erradicados, incluso aquellas poblaciones o individuos aparentemente inofensivos, pues tardaran más o menos, los efectos perniciosos del mestizaje tenían siempre consecuencias imprevisibles y destructivas para el resto de la especie. Este, fue el origen de los Inquisidores; humanos modificados genéticamente, seleccionados, separados de sus familias cuando aún apenas habían empezado a andar, para ser sometidos al tratamiento de modificación, para reducir su esencia humana, incrementar sus capacidades con toda la potencia de la ciencia genética evolucionada durante generaciones, incluso con algunos toques de otras vidas alienígenas con las que, durante ese tiempo, la ciencia humana se había topado.
Todo lo necesario, para crear una raza de humanos mejores; más grandes, más fuertes, más rápidos, más resistentes a los venenos y a las enfermedades, más inteligentes y con una única misión sagrada en la vida; defender al género humano genuino de toda influencia o mestizaje que pervirtiera a la especie: La Pureza.
No todos los involuntarios aspirantes a Inquisidor sobrevivían, y los que lo hacían, terminaban por perder parte de su humanidad en el proceso de modificación genética y posterior instrucción al más puro estilo espartano. Esté era el legado y la única esperanza real de supervivencia para el género humano.
Más longevos, aunque sin humanidad, sin sentimientos e infértiles para la reproducción. El costoso proceso de transformación de un humano en inquisidor fue promovido y financiado durante miles de años por el viejo imperio. Hasta su caída, momento en el que la propia Cofradía hubo de asegurar su propia supervivencia, con unas capacidades menguantes y el creciente descontento, intolerancia y desconfianza de las nuevas colonias humanas que empezaban a ver el proceso de mestizaje con cierta simpatía y arrogancia; algo que no había impedido que se propagaran las masacres a un ritmo directamente proporcional a la mengua del número de Inquisidores, lo cual parecía presagiar el final de la humanidad, tarde o temprano.
Como orden complementaría a la de los inquisidores, Las Hermanas del Camino tenían como misión mantener sus bastiones y proveer de servicios de curación, restablecimiento y en ocasiones de alteración de los nuevos candidatos a Inquisidor. Sin ellas, la vieja Cofradía habría desaparecido mucho tiempo atrás; pero incluso las capacidades ampliadas de la Hermandad, que ahora también prestaba sus servicios médicos a las clases dominantes de las nuevas naciones humanas, que se lo podían permitir, veía como sus capacidades y número, al igual que las de sus hermanos, menguaban día tras día.